Dicen que la mejor forma de propiciarnos un futuro promisorio es metiendo las manos y empezar a crearlo. Nos quejamos, y con razón, de las condiciones del mundo actual. La desigualdad social es un problema creciente, la contaminación está acabando con la ecología, las ciudades crecen sin ton ni son y parece que la tecnología nos está atrapando entre sus garras. Ante un panorama de esta magnitud, es necesario estar enfocado para imaginar un futuro mejor. Se trata de poner atención en las formas comerciales, geopolíticas y tecnológicas que están revolucionando el mundo para corregir aquello que no nos gusta.
Tanto en la vida personal como en el terreno profesional y en el mundo de los negocios, tenemos la posibilidad de elegir entre dos opciones: ser testigos o ser protagonistas. Al ser testigos, podemos optar por dos caminos: seguir la corriente o poner atención y estar listos cuando se abre una oportunidad. Al ser protagonistas, también podemos elegir entre dos posibilidades, continuar con lo que se está haciendo o cambiar aquello que no nos gusta.
Imaginar el futuro implica, en todo caso, poner nuestra mente en juego. Se trata de mover las neuronas para encontrar soluciones que nos sean propicias. Para ello, es necesario tomar un papel actuante. La realidad es que todos estamos invitados y muy pocos aceptamos la invitación. Lo cierto es que si nosotros no tomamos ese espacio, alguien más lo hará y resolverá las cosas a su favor y no necesariamente empatará con nuestros intereses o conveniencias.
Estamos viviendo un momento muy similar al que hace cientos de años vivió Galileo Galilei. A partir de su observación se dio cuenta de que lo que el mundo creía de sí mismo estaba equivocado y decidió darlo a conocer. Su visión reconfiguró la forma en que la Humanidad se veía a sí misma y entendió el lugar que ocupaba en el universo. Sus observaciones fueron de alto impacto y, aunque no fue comprendido, cambió conceptos científicos, filosóficos y religiosos. Su famosísima frase: “Y, sin embargo, se mueve” es un testimonio de lo poco que sirve resistirse a lo que es y lo que ha de ser.
Es muy relevante comprender las tendencias que remodelan el futuro del mundo en general y de nuestra región en particular sobre su trayecto de recuperación económica y social después de haber sufrido un frenazo por la pandemia y los conflictos armados del planeta. La crisis climática, los cambios demográficos, las modificaciones económicas, la escasez de mano de obra e insumos y los movimientos civiles están modelando la forma en la que la Humanidad tendrá que entender al mundo en el corto plazo. Es más, muchos de estos cambios están sucediendo ya y por más que nos resistamos a ellos, ya son un hecho.
Por ejemplo, si hablamos de cambio climático, vamos muy atrasados. De acuerdo con el Project Management Institute, sólo una quinta parte de las empresas más grandes del mundo se han preocupado por establecer objetivos de cero emisiones netas. A pesar de que en México tenemos muchos recursos naturales que proteger y que las empresas se han vuelto más conscientes, nada más el cincuenta y seis por ciento dijo tener un interés sostenido en temas sustentables. Es preciso que se integren indicadores para medir los esfuerzos de una forma más sistemática y estandarizada para hacer de esas intenciones hechos contantes y verificables.
Los cambios demográficos nos indican que, en el mundo, las tasas de fertilidad han disminuido año con año y muchas economías desarrolladas están experimentando un aumento en la edad efectiva de jubilación lo que implica un problema latente cada vez más fuerte que ha ido causando en una crisis de talento. Tan solo para 2030, se estima que la economía global necesitará más de veinticinco millones de nuevos profesionales de proyectos. El problema no siempre radica en la falta de personas que quieran trabajar, si no en la falta de personas capacitadas que puedan hacerlo. El compromiso con la capacitación se debe activar si no queremos que las brechas se abran y sean cada vez más profundas.
Los cambios demográficos van de la mano con la escasez de mano de obra. Los ciudadanos de todo el mundo estamos siendo testigos de los movimientos de empleados que se están generando. México tiene una tasa de rotación de personal muy alta de casi el diecisiete por ciento que es la más alta de América Latina. En sectores como la venta al menudeo, el turismo o alimentos y bebidas el problema se agrava ya que la rotación oscila entre el sesenta y el noventa por ciento y esto ha provocado una pérdida de la productividad.
Todo se encadena, los cambios económicos y el crecimiento del comercio electrónico, picos de demanda, escasez de mano de obra y fenómenos meteorológicos han llevado a la disminución de la capacidad portuaria y de envío e incrementado los costos de transporte. Esto va generado una escasez masiva. En México, el pronóstico es poco halagador: más de la mitad de las empresas mexicanas anticipan alguna interrupción en la cadena de proveeduría, además de ver el tema de la inflación, que es de las amenazas más fuertes para este 2022.
Los movimientos civiles están reconfigurando al mundo. Numerosos estudios han demostrado la importancia de la diversidad, equidad e inclusión para el éxito empresarial, por lo que es necesario entender que la diversidad requiere de muchas dimensiones permitan contribuir, crecer y prosperar.
En esta condición, tenemos dos opciones: o nos convertimos en espectadores o en agentes actuantes. Las organizaciones deben crear una cultura de retención exitosa con iniciativas de impacto social, comprender la importancia del equilibrio entre vida laboral y personal, así como proporcionar un mayor reconocimiento de las contribuciones de los empleados. Nosotros debemos tener el valor de imaginarnos un mundo que nos guste y que nos honre heredar a las nuevas generaciones.